SUS ESTUDIOS EN CARACAS
José
Gregorio le manifestó a su padre que le interesaba ir a Caracas a estudiar
leyes; pero Don Benigno lo convenció de que debía estudiar medicina. José
Gregorio aceptó obedientemente la orientación de su padre, y a partir de ese momento
tomó a la medicina como su propia vocación, quizá porque veía en ella una
manera de expresar su natural inclinación a ayudar a los demás.
Cuando apenas contaba trece años y medio, bajó de la sierra trujillana hasta
Caracas decidido a estudiar medicina. Habría de preparar el bachillerato en el
Colegio Villegas, uno de los mejores de la época. Se encontraba al frente del
colegio Guillermo Tell Villegas y su esposa Pepita Perozo de Villegas, quienes
habrían de tomarle gran afecto al nuevo alumno. Inicialmente José Gregorio se
hospedó en habitaciones del mismo colegio.
No pasó mucho tiempo sin que las cualidades de estudiante, y el carácter serio
de José Gregorio se destacara entre sus compañeros. Estos rasgos no pasaron
inadvertidos para el rector del plantel, y poco después lo nombraba inspector
para que velara por el mantenimiento de la disciplina en los predios de la
escuela.
Durante sus años en el colegio Villegas, José Gregorio siempre obtuvo las
mejores notas, ganó distinciones y premios, y en varias ocasiones las medallas
de la aplicación y de buena conducta. Fue tanto su adelanto que llegó a fungir
como profesor de aritmética. Entre 1878 y 1882 José Gregorio cursó en dicho
colegio preparatorio y filosofía, graduándose de bachiller en filosofía en ese
último año.
Cuando ingresó a la universidad central de Caracas José Gregorio tenía 17 años.
Durante los dos primeros años de estudios universitarios continuó viviendo en
el colegio Villegas, donde aun desempeñaba el cargo de inspector y donde era tratado
como un miembro de la familia; pero, en 1884, cuando comenzó a cursar el tercer
año de medicina, dejo el collegio Villegas para establecerse en habitaciones
alquiladas a los esposos Margarita Patria y Germán Puyou en la casa número 3 de
Madrices a Ibarra.
En ese mismo año, mientras cursaba el tercero de medicina, habría de conocer a
dos de sus mejores amigos, quiénes habrían de significar mucho en su vida y
cuyos datos testimoniales habrían de tener un valor incalculable para los
biógrafos del sabio de Isnotú.